Por Rogelio Salmona
Las Torres del Parque inician su construcción en 1968, terminando el año 1970. Entre 1964 y la iniciación de la obra fue una época de incertidumbre, de dudas y de ensayos sucesivos para encontrar la forma justa del proyecto, no solo desde el punto de vista arquitectónico, sino también, desde el punto de vista urbano y paisajístico.
El sitio, conformado por la abrumante topografía, la Plaza de Toros, el Parque de la Independencia (abandonado hacía mas de 15 años ) y la magnifica vista panorámica del piedemonte, aún no contaminado por la multitud de torres y edificaciones densas, invasiones y ocupaciones sin sentido del lugar, debía no solo tenerse en cuenta en la elaboración del proyecto, sino y sobre todo, exaltarse por medio de una arquitectura implantada en forma tan correcta y sensible que transforme la ciudad y la moldee, que sea el palpito del lugar y lugar de encuentro entre la razón, el encantamiento y la poesía. Entre la claridad y la magia; una arquitectura que se pudiera descubrir, que no se impusiese, pues es mas bella cuando se descubre con sorpresa, como se descubre la naturaleza. Finalmente una arquitectura que se integre con la existente Plaza de Toros y que permita la transparencia entre la ciudad y su piedemonte, recuperando la escarpada calle contigua al Parque de la Independencia, convertida en un jardín peatonal formado por escalinatas y rampas unidas al conjunto residencial y al parque.
Un criterio fundamental en la concepción del conjunto arquitectónico implicaba que éste fuera abierto, como corresponde a una idea de la ciudad, democrática, tolerante y rica en espacios públicos, concebidos para el disfrute del ciudadano.
En efecto el proyecto se implantó en el sitio, se compuso y se impuso ( a pesar de los prejuicios) de manera que fuera apropiado por todos los habitantes de la ciudad. De hecho hoy en día, cualquier ciudadano puede recorrer el conjunto residencial, atravesarlo, y si es el caso disfrutarlo, como se disfruta un espacio público, aunque éste sea privado. No tiene rejas, no encierra a sus habitantes. Forma parte de la ciudad.
Era claro que un proyecto que pretendía ser transformador, estética y espacialmente de una zona no podía limitarse exclusivamente a ella. Debía también concebirse como un hito para toda la ciudad como debería serlo toda obra arquitectónica: una síntesis inteligente de vivencias, de conocimientos, de pasiones y de nostalgias, conformando un hecho cultural que no solo mejore el espacio público de la ciudad, sino que ayude en su creación y establezca una transición generosa y armónica con el espacio privado.
Cuando una obra logra re-crear, conservar, integrar y prolongar pedazos de ciudad enriqueciendo el espacio público y el paisaje urbano, pasa de ser un simple hecho constructivo a un hecho arquitectónico que puede llegar con el tiempo a ser admirable. Justamente esta era la intención al componer el Conjunto Residencial del Parque: hacer un proyecto que por sus cualidades formales y ambientales pudiera llegar a emocionar, a darle a la ciudad un espacio renovado y activo socialmente y a recuperar el olvidado y destrozado Parque de la Independencia y su calle contigua.
Más que un proyecto arquitectónico, se trataba de provocar un hecho urbano contundente: renovación de un sector y transformación del paisaje urbano, evidenciar el paisaje natural; transparentarlo a través de la arquitectura; utilizar un material local dominante y crear una densidad acorde con una adecuada ocupación. A diferencia de las otras artes, la arquitectura, substancialmente abstracta, aunque materialmente utilitaria, está condicionada por los acontecimientos y el contexto del cual forma parte. Una de sus características es que debe tener un claro concepto de la realidad, es decir que debe poder evaluar lo propio; saber extraer del fondo de la propia cultura y geografía las soluciones mas acordes a las necesidades y comportamientos. La arquitectura no debe separarse ni de su tiempo ni de su gente. Pero debe ir mas allá.
Debe proponer espacios que emocionen, que se aprehendan con la visión pero también con el aroma y el tacto, con el silencio y el sonido, la luminosidad y la penumbra y la transparencia que se recorre y que permite descubrir espacios sorpresivos. Permitir que se produzcan hechos sorpresivos como reflejos y sombras, transparencias y escapes visuales, unidad en la diversidad era tan obligante en el planteamiento del proyecto, como su funcionalidad.
Dadas las características topográficas de Bogotá y del sector, el subir y bajar constantemente obligaba igualmente a componer un edificio coherente para producir en los peatones o en sus propios habitantes, al recorrer y atravesar la arquitectura: goce y emoción. Los primeros planos de los edificios, sus formas y volúmenes, fueron organizados para crear continuidad entre el interior del conjunto y el exterior, entre el espacio comunitario y el público. Los fuertes cambios de nivel del terreno fueron aprovechados en la composición de manera que se forme desde la parte mas baja de la “Calle de las Escalinatas”, hasta los últimos pisos de los edificios continuidad de planos, escaleras , de jardines y terrazas.
Se trataba de crear un proyecto arquitectónico que rebasara los límites de su propio programa y propusiera un basamento a escala del peatón conformado por plazoletas y jardines, andenes, iluminación , arborización, una silueta y terminales de la edificación y que fuera percibido en forma diferente desde los distintos sitios de la ciudad. Con el objeto de crear una relación estética entre el ciudadano y la arquitectura. Relación que se va modificando y variando a medida que cercanías y lejanías se presentan, sobre todo a medida que se penetra y que se recorre el espacio arquitectónico. Variaciones que son enriquecedoras para los sentidos, pero variaciones “contenidas” sin perder la unidad. Todas estas ideas así esbozadas, fueron las determinantes principales de una composición arquitectónica que debía ser aprobada, tanto por la entidad contratante del proyecto como por las entidades oficiales. No fue fácil la labor de convencimiento de dejar el “proyecto abierto”. La idea de “seguridad” prima sobre cualquier aspecto y determina en el tejido urbano un tipo de ocupación basado en el encerramiento. La fluidez, la continuidad que existe en la ciudad va desapareciendo a medida que proliferan estos “conjuntos cerrados” enrejados y vigilados por hombres armados.
La ciudad va perdiendo su esencia como es la de ser un espacio abierto, generador de convivencia, de solidaridad y de encuentros para toda la comunidad. El Conjunto Residencial del Parque intentaba demostrar que era posible (y lo fue) hacer para Bogotá propuestas arquitectónicas y espaciales que contradijeran la tendencia al encerramiento, al olvido del paisaje, de la luminosidad, a los atributos del material y volverla otra vez como lo dijo Gastón Bachelard “nuestro rincón que conserva los recuerdos y la emoción del mundo”. Intentaba también volver a pensar la ciudad como un conjunto de espacios abiertos, generadores de arquitectura y a su vez generados por la arquitectura , en el que desaparecían los espacios y lugares residuales que tanto daño le hicieron a todas las ciudades Colombianas y volverla a su verdadera razón de ser: producir alegría y placer al habitarla.
No fué fácil tampoco reducirle la densidad al proyecto. Las normas permitían una mayor densidad que contradecía el análisis del sitio. Mayor ocupación y mayor altura de las edificaciones habrían cerrado la transparencia a la ciudad a su panorámica e impedido una buena relación entre los construido y lo no edificado. Igualmente las formas no convencionales de la composición arquitectónica, resultado, no de un capricho sino del análisis del sitio, con sus características propias (asoleación, topografía, luminosidad, entorno) y la forma como la arquitectura se iría descubriendo desde los distintos ángulos visuales y perspectivas planteaba serios problemas de composición o de interpretación.
Nos es fácil “ver” la arquitectura presentada con dibujos o maquetas. Se necesita un cierto grado de iniciación y de conocimiento de su historia que debería ser materia de estudio en el bachillerato, si se quiere de una vez por todas mejorar el aspecto y la calidad de las ciudades Colombianas. La ciudad la hacen sus habitantes. Ese conocimiento de la arquitectura es el fruto de una continua búsqueda proyectual y teórica, un trabajo por medio del cual se trata de capturar ( sin lograrlo plenamente) el sueño del hombre por crear su lugar.
En resumen, el Conjunto Residencial del Parque tiene ya 30 años de existencia. El tiempo ha demostrado que era posible soñar un conjunto arquitectónico abierto a la ciudad, de alta densidad, pero con una adecuada ocupación; que era posible también, a pesar de las críticas, componerlo y construirlo con un material dominante en sus fachadas; que la unidad y la variedad de un proyecto es el resultado de una infinita paciencia para escoger, seleccionar las respuestas mas adecuadas acordes con el sitio, con la geografía y con el entorno, con el material que tiene sus propios atributos y exigencias formales, pero sobre todo con el propio proyecto arquitectónico que exige rigor, claridad, medida y armonía, para lograr una habitabilidad enriquecida por su propia espacialidad, por formas variadas, por la luminosidad y los reflejos del material, las escalas y la medida ofreciendo a la ciudad una obra respetuosa, armónica y bella.
Arquitecto: Rogelio Salmona Ubicación: Bogotá, Colombia Área Proyecto. 66.000 m2 Fecha Proyecto: 1965-1970 Referencias: Fundación Rogelio Salmona, Arquitour Fotografías: Usuarios de Flickr: Alex Obonaga, sbstnchïng, SLRookie, EstudioBLAU, GerOh!, alejo ache, Felipe W, Elisa Izquierdo, Fundación Rogelio Salmona